sábado, 17 de noviembre de 2007

Sobre la justicia

El término Justicia es sin duda una de las palabras más difíciles de definir. Ya dijo el jurista austríaco Hans Kelsen: “No hubo pregunta alguna que haya sido planteada con más pasión, no hubo otra por la que se haya derramado tanta sangre preciosa ni tantas amargas lágrimas como por ésta; no hubo pregunta alguna acerca de la cual hayan meditado con mayor profundidad los espíritus más ilustres, desde Platón a Kant. No obstante, ahora como entonces carece de respuesta”. Sin embargo, en la facultad me enseñaron que el Derecho es justo por naturaleza, según las teorías iusnaturalistas. La ley, en cambio, trata de serlo. Por eso, para que una sentencia sea justa es necesario que la persona encargada para administrar la justicia adecúe sus resoluciones de manera que la espada de la diosa Themis caiga sobre quien con sus acciones trata de desequilibrar su balanza de una manera efectiva.

Ya en 1764 Cesare Beccaria, en su magnífico libro "De los delitos y de las penas", defendió la humanización de las penas: "El fin de las penas, pues, no es otro que el de impedir al reo que realice nuevos daños a sus conciudadanos, y el de apartar a los demás de que los hagan iguales. Las penas por consiguiente, y el método de infligirlas, deben elegirse en tal forma que, guardada la proporción, produzcan la impresión más eficaz y duradera en los ánimos de los hombres y la menos atormentadora sobre el cuerpo del reo". Unos 240 años después Emilio Calatayud, juez de menores de Granada, imparte justicia con rigor y proporcionalidad, buscando siempre la reinserción de los menores en la sociedad. Ha impuesto penas como 100 horas de clases de informática a un joven por delitos informáticos cometidos en varias empresas granadinas provocando daños por 2.000 €, 100 horas de servicio a la comunidad patrullando junto a un policía local por haber conducido temerariamente y sin permiso, 50 horas dibujando un cómic de 15 páginas, en el que cuente la causa por la que condenaban, que era conducir un ciclomotor sin seguro, además de un par de visitas a la planta de traumatología de Granada. Si algún día, amigos, me tuviese que ver convicto y confeso, que sea ante este juez... aunque me temo que al juzgado de menores ya no llego... Bueno, os dejo una intervención suya en un foro sobre los menores y su problemática en la que nos muestra cómo es y cómo mete el dedo en la llaga en estos escabrosos temas en los que a nadie le gusta llamar a las cosas por su nombre.



Como la vida es blues, y el blues me da la vida, os voy a contar una anécdota de Junior Wells , excelso armoniscista nacido en Memphis y fallecido - bendito sea- en 1998, al hilo de todo esto. El pequeño Junior Wells se presentó en una tienda de música para ver si se podía comprar una armónica. El dueño de la tienda le mostró una Marine Band, se enamoró perdidamente de ella, pero le faltaban unos centavos. En un descuido del dependiente, el pequeño Wells agarró la armónica, y dejó en el mostrador el poco dinero que llevaba. Junior Wells fue llevado ante el Juez, que le preguntó en la vista si había cogido la armónica, a lo que respondió afirmativamente. "Pues toca", dijo el juez. Después de oirle tocar, el juez sacó unas monedas, le dio al dueño de la tienda el dinero que faltaba y dijo: "Asunto concluido". Como no puede ser de otra manera, os dejo una muestra de Junior Wells, acompañado de otro de los grandes, Buddy Guy, a la guitarra interpretando Hoodoo Man Blues. Ya me contaréis si fue acertada o no la sentencia del juez americano.

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