Hacía mucho tiempo que no tenía el inmenso placer de leer un libro tan bien elaborado como "La vida invisible". El manejo del lenguaje absolutamente sabio hace de Juan Manuel de Prada el bastión de aquellos escritores, escasos por otra parte, en los que conjugan de forma magistral no solo una buena historia, amena y bien trenzada, sino también la maestría en el manejo del lenguaje. En el 90% de los escritores esto último carece de importancia, seguramente a la búsqueda de un mayor número de lectores, aunque menos exigentes. He leído hace poco que España es el país en el que más libros se publican, pero de los que muy pocos alcanzan segundas ediciones. Es decir, la mayoría son libros pésimos que pronto se olvidan. Cualquiera publica. Al terminar la lectura de "La vida invisible" me ha quedado el viejo regusto experimentado al saborear obras de Baroja, Delibes, el Cela de "La Colmena", quizás incluso un Galdós actual. En ocasiones a De Prada se le ha acusado de pedante, barroco y rebuscado. A mí me parece auténtica poesía prosificada.
En "La vida invisible", De Prada narra la historia de Alejandro Losada, un joven escritor español a punto de casarse, cuya existencia dará un giro tras viajar a Chicago y conocer a Elena, una mujer enloquecida tras un desengaño amoroso, y enterarse de la historia de Fanny, una "pin-up" de los años 50 que un día desaparece sin dejar pistas. Las bases sobre las que se cimentaba su vida se desmoronan, descubriendo un submundo sórdido, pero real a la vez. Los guiños al cine son continuos, desde el "Blue Velvet" de David Lynch y la escena en la que descubren un dedo cortado hasta "Lady Halcón" y su protagonista Rutger Hauer. Además, las referencias al cine negro son constantes.
Nuestro protagonista de hoy nació en Baracaldo en 1970, pero pronto le trasladaron a Zamora -la ciudad levítica, como la denomina De Prada en la novela que hoy nos ocupa-, donde vivió hasta que se fue a estudiar Derecho a la no menos entrañable Salamanca. Escritor de talento precoz, se ha ganado la vida solo con la escritura, sin tener que recurrir a otros trabajos que le permitiesen subsistir. Desde que era estudiante ya hacía traducciones y artículos para la prensa de provincias. Su primer libro, "Coños", es directo heredero de Ramón Gómez de la Serna, que publicó "Senos" en 1917. Lógica consecuencia del buen gusto. En ambos casos son breves relatos protagonizados por tan golosos orgullos y sus correspondientes propietarias. Ya escribió Horacio en el año 30 a.C.:
Que el cuenco de la mano palpe en hondo
la redondez del seno y su latido,
hemisferio de amor, mundo redondo
a dimensión de beso reducido.
De Prada comenzó a publicar novelas puntualmente con gran calidad y excelente acogida por parte de la crítica. "El silencio del patinador", "Las máscaras del héroe ", "La tempestad" (que dio lustre al literariamente desprestigiado Premio Planeta), "Las esquinas del aire", "Desgarrados y excéntricos", "Las máscaras del héroe" y en 2007 "El séptimo velo", por el que ha conseguido el Premio Biblioteca Breve. El libro del que hoy hablamos fue Premio Primavera de Novela 2003. Incansable escritor, ha colaborado con el diario El Mundo, y actualmente escribe en ABC y en L'Osservatore Romano, el periódico del Vaticano, además de participar en diversas tertulias y debates en radio y televisión. Gran escritor, os lo recomiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario